El caso Ayotzinapa en Guerrero,
de Tlatlaya en el Estado de México, ha puesto a los estados unidos mexicanos en
el plano internacional como un país que violenta flagrante y abiertamente los
derechos humanos y con una complicidad exponencial que viene de las altas
esferas del poder, a tal grado por
ejemplo en el primer caso en donde ya se conocían los antecedentes de los
involucrados y nunca se hizo absolutamente nada para investigar o indagar las
denuncias que se tenían.
El hecho es que México de nuevo
esta dando de que hablar en el mundo, algunas organizaciones como amnistía
internacional han señalado estas acciones como crímenes de lesa humanidad, la
cual obviamente, el gobierno de peña nieto ha minimizado porque no conviene que
nuestro país tenga dicho reflejo a nivel internacional. La simplicidad con la
que estos asuntos se manejan, demuestran que quienes deberían brindarnos la
seguridad, están del otro lado, es decir, la obligación del estado se ha
corrompido brutalmente y esta degradación ha llevado al borde del abismo a una
sociedad que vive indefensa y con la esperanza partida en pedazos.
La simbiosis que legalmente
debería de existir entre gobierno y gobernados presenta desde hace ya varios
años una ruptura, un desgajamiento que por culpa de los intereses han alejado
los derechos y obligaciones de cada ente, de tal manera que hoy, el miedo y el
terror gobiernan al país, la suplantación de un sistema gubernamental por una
delincuencial, es la que tras bambalinas toma las decisiones de lo que se puede
o no hacer en el país. A esto también habría que sumarle el valor intrínseco y
el poderío económico que representan la banca y los mercados, sectores que en
los últimos años han entretejido los hilos de la economía nacional, una
economía que en la práctica solo ha mantenido un beneficio a favor de estos.
La convulsión generada en la
sociedad ante los hechos de horror, desencadena una realidad que divide
opiniones y que desnuda una relación que desde siempre ha existido en estos
sistemas referidos, la cuestión es que en lo que va de este sexenio, nos queda
claro que la movilidad que se presume en los medios, está tomando un rumbo
distinto, un rumbo que nos conduce a una pesadilla global remitiéndonos a la
experiencia sufrida en el mundo con Alemania, Colombia, el Salvador y tantos
otros países que el holocausto y la represión era parte de un sistema político
podrido e intolerante.
La pretensión gubernamental de
desviar irresponsablemente la atención ciudadana (con la ayuda de algunos
medios informativos afines al sistema), para que estas acciones no sigan
dañando la imagen nacional en el orbe, es risiblemente desesperante, puesto que
no se ha medido quizá, lo profundo que resulta el tema, en los funcionarios de
primer nivel se nota la preocupación y como no, si hace apenas unos días, el
presidente peña nieto recibió el Premio Estadista Mundial 2014, un galardón que
quiérase o no, se ha manchado de sangre, de impunidad y de un reflejo hasta
natural que se vive en la parte baja de la pirámide social, en esa parte donde
estamos todos, donde miles de pobres viven al día, sin los empleos prometidos
por las reformas aprobadas y con una injusticia que ha rebasado los límites
atroces a tal grado que la ciudadanía ha perdido la fe y la confianza en un
gobierno (de los tres niveles) que solo se ha dedicado a mostrar una sola cara
de nuestro país, olvidándose que aun somos una nación tercermundista gracias a
las políticas públicas impuestas y que no terminan de llegar a donde deben de
llegar.
De qué sirve entonces que el
reconocimiento llegue del exterior, cuando que en el interior del país vivimos
por gracia de dios, de que sirve entonces tanto borlote para llegar a ocupar la
presidencia si al final del día, quien toma las decisiones están tras
bambalinas degustando de las mieles que representan los recursos nacionales, de
que sirve elegir cada seis o tres años a nuestros supuestos representantes
populares, si a los que sirven tienen otra finalidad, la de recuperar la
inversión depositada en campaña, de que sirven los partidos políticos, si
protegen a delincuentes y solapan actitudes que van en contra de la sociedad, de
que sirve tantas promesas, si como siempre es devorado por la demagogia.
Con este panorama a cuestas,
necesariamente nos obliga a profundizar
y analizar el asunto, los sucesos nacionales de cierta manera impacta en
nosotros, en las municipalidades, en ese conjunto de entes que resultan presa
fácil para los partidos y para los políticos, se sabe que es de aquí donde se obtiene
la mayor parte de votos que les ayuda a preservar los privilegios en el poder.
El rebaño sigue sin tomar las riendas y se conforma en seguir sumido en la
ignorancia y la manipulación, el desconocimiento sigue carcomiendo y
empobreciendo, cada año se gradúan miles de pobres en el país y nadie dice
nada, todos callamos porque si no lo hacemos pudiera ser peor, es el mensaje que
nos envían desde arriba, desde la punta de la pirámide, para ellos es mejor
seguir asi, a pesar que Ayotzinapa y Tlatlaya les diga lo contrario.
Nuestro entorno será como
nosotros queramos que sea, la cobardía de empuñar e iniciar la revolución de
conciencias no cala aun en la mente de la ciudadanía, las condiciones precarias
todavía no alcanzan a ser motivo para despertar, seguiremos en las mismas, solo
hasta que tu, tomes tu armamento de dignidad y grites a los cuatro vientos ¡ya
basta!, que la patria es una y en ella cabemos todos los mexicanos.
¿Y el avión apa?